Réquiem por la vieja Lixus – La ciudad atlántica, segunda en importancia del Protectorado español, observa impasiblemente el deterioro irremisible de su patrimonio arquitectónico
                                                                                 Antonio Navarro Amuedo.

“¿Qué hacemos por Larache?” Con la pregunta -retórica a la vista de lo ocurrido— titulaba La Dépeche el pasado mes de junio un artículo a página completa dedicado a la vieja y atlántica Lixus. “Si las autoridades gubernamentales pretenden presentar Tánger como un bello escaparate del Reino para acoger el Mundial de fútbol de 2030 con la oferta turística de Tetuán y Chefchauen, pero marginando la zona de Larache y Alcázarquivir, toda la estrategia de desarrollo en curso estará marcada por un fracaso que será difícil de corregir más tarde”, afirmaba el autor del artículo en uno de los principales diarios impresos del norte de Marruecos.

La segunda urbe del Protectorado español, heredera de un rico patrimonio arquitectónico, una parte importante del cual fue obra de españoles durante varios siglos diferentes, observa un imparable e irremisible ocaso. Los lamentos de los hijos de la ciudad, así como de intelectuales y miembros del microcosmos académico de las dos orillas no hacen sino ahondar en la melancolía al no hallar eco en las autoridades marroquíes.
“Larache es la ciudad más olvidada y marginada de la región. Una ciudad en decadencia total, tanto en lo urbanístico y arquitectónico como en lo socioeconómico”, lamenta el escritor larachense Mohamed Laabi, un auténtico enamorado de su ciudad natal e infatigable -quijotesco— y dolorido activista en defensa de su patrimonio. Por su parte, el urbanista tangerino Mustafa Akalay lamenta cómo el deterioro va más allá de la vieja ciudad del río Lucus: “Las ciudades españolas del norte de Marruecos se encuentran hoy en estado de abandono. Todo el que haya conocido el ensanche de ciudades como Tetuán, Nador o la propia Larache siente hoy dolor y tristeza. El patrimonio hispano-marroquí se lastima día a día. La rehabilitación se pide a gritos”.El también profesor de la Universidad Privada de Fez recuerda que “unas veces se trata de daños estructurales, otras, de diferencias entre herederos, pero en otros casos la razón es más maliciosa: cerrar los edificios y consentir su deterioro ha sido la manera de evitar los costes de su rehabilitación hasta obtener declaración de ruina que permite demoler y elevar un edificio de nueva planta”.

Otra fuente que prefiere preservar su anonimato explica que “durante más de dos décadas la alcaldía de Larache ha regalado licencias con permisos de demolición, lo que ha acabado con tantos y tantos edificios de época del Protectorado español. Una ciudad que ha sucumbido a la especulación y la corrupción. Una pena”.

Cuatro siglos de huella española

La huella arquitectónica hispánica se remonta al siglo XVII, cuando las tropas de Felipe III la ocuparon. Ya anteriormente existían varios fuertes abaluartados del siglo XVI, de tradición italiana. La ciudad siguió transformándose arquitectónicamente en el siglo XVIII. Después llegaría la ocupación militar de 1911, previa a la instauración del Protectorado. “El patrimonio español de Larache es impresionante, porque hay muchos restos de la presencia española a lo largo del siglo XVII, un antiguo palacio consular del XVIII y la ampliación de la ciudad en el XX donde se mezcla un ensanche urbano excepcional de tipo radial con una arquitectura de gran calidad”, asegura Antonio Bravo Nieto, el gran historiador de la arquitectura hispánica en el norte de África.

Destaca el Ensanche el conjunto urbano y arquitectónico de Larache. Su ejecución se remonta a la segunda década del siglo XX, y en ella el peso de ingenieros militares es muy superior a la del otro gran ensanche de Marruecos, el de Tetuán. Además, su densidad urbana es inferior a la tetuaní. “El plan de la ciudad de Larache es el mejor ejemplo de un ensanche de concepción radial construido por España en Marruecos, difiriendo en varios aspectos del trazado de Tetuán, debido a una ubicación más favorable y por ofrecer una concepción menos cerrada que este último”, explica Bravo Nieto.
Y en el corazón del Ensanche se sitúa la plaza de España, que así siguen conociéndola muchos vecinos, hoy de la Liberación. Con su característica forma ovalada, puerta de la antigua medina y el Ensanche, corazón palpitante ayer y hoy de la ciudad, es quizá el mayor logro arquitectónico de aquellos años.
El deterioro de un buen número de inmuebles y espacios públicos del Ensanche es evidente a ojos de cualquier observador y paseante. De muchos otros, como el cine Ideal -de estilo art déco—, el teatro-cine España o el coliseo María Cristina no quedan más que fotografías en sepia. “Se ha procedido de manera deliberada a la demolición de edificios de interés del Ensanche sustituyéndose por inmuebles de una fealdad extrema y falta de diseño arquitectónico”, explica Akalay. “Además, el Ensanche ha sido desvirtuado por un proceso especulativo de construcciones de viviendas desproporcionadas que aumentan considerablemente la densidad de población, ocasionando fuertes impactos ambientales”, lamenta el profesor universitario marroquí.

La falta de acción por parte de las autoridades marroquíes no desanima a una incansable minoría de activistas civiles, entre los cuales se encuentran los propios Bravo Nieto y Mohamed Laabi o el escritor Sergio Barce, que sigue batallando por salvar lo que va quedando del patrimonio de Larache. Las lluvias de la pasada primavera se cebaron con el Balcón del Atlántico, la vieja cornisa costera -y jardines anexos- erigida en tiempos del Protectorado, la cual luce parcialmente desprendida. Laabi relata que “después de las protestas de los ciudadanos y de una gran parte de la sociedad civil, ahora se ha planteado hacer una gran reforma y rehabilitación del Balcón del Atlántico, que es un espacio público vital para la ciudad”. “Pero no se sabe si se conservaría el legado histórico o lo van a tirar todo abajo y levantar algo nuevo que no encaje con el entorno ni responda a los deseos y necesidades de los larachenses”, advierte Laabi.
No lejos de allí, mirando al bravío Atlántico, se yerguen las ruinas del castillo al-Fath, llamado de San Antonio por los españoles, construido en el siglo XVI y convertido tras la ocupación hispana de 1911 en hospital militar por disposición del general Silvestre. Suerte parecida han corrido lugares como el antiguo Jardín de las Hespérides, el Mercado de Abastos o la sede de la Veterinaria. La lista de inmuebles anónimos en estado de abandono cuando no de ruina es innumerable. Doloroso es contemplar el estado lamentable de un antiguo edificio de viviendas representante de la arquitectura tradicional con elementos regionalistas y orientalizantes -y un bello torreón— situado en la actual avenida de Moulay Ismail.

De la misma manera, el abandono y la suciedad dominan la antigua medina. Al descender desde la Alcaicería por la antigua calle Real camino del puerto sorprenden e impresionan las ruinas de la iglesia de San José, de estilo neogótico, hoy a merced de las higueras y de los poco concretos planes municipales para convertirla en un espacio de ocio para jóvenes.
Entretanto se ejecuta la demolición y reconstrucción de lo que fueron los antiguos almacenes Balaguer, situados en la avenida Mohamed Zerktuni, en el corazón del Ensanche y próximos a la antigua plaza de España. “El banco que lo adquirió quiere transformarlo en un centro de formación y apartamentos turísticos. Las manifestaciones de activistas de la sociedad civil llegaron a detener la demolición en una primera intentona. Pero, tras algunos retoques respecto al primer proyecto y la promesa de que se respetará la altura y las fachadas, han comenzado a tirarlo”. “El tiempo dirá cómo queda, pero me temo que es otro edificio del Ensanche que cae como una pieza de dominó”, zanja el escritor e hispanista larachense.

Una amplia nómina de arquitectos e ingenieros españoles

El profesor Bravo Nieto insiste en la personalidad de la arquitectura larachense: “De las obras eclécticas de los primeros años, que incluso encontramos dentro de la medina, se pasa a edificios tan relevantes como los que realizara el arquitecto Andrés Galmés en las avenidas Moulay Ismail y Mohamed V, en un neobarroco con tintes art déco. Y sin olvidar la iglesia del Pilar, cuyos autores no fueron otros que los grandes arquitectos del racionalismo español Rafael Bergamín y Luis Blanco Soler”. Y estos no serían los únicos arquitectos españoles que hicieron el Larache moderno, y a los anteriores habría que sumar otros como Miguel García de la Herrán, José Larrucea Garma , Francisco Hernanz, Hermenegildo Bracons o Enrique Blanch. El primero de ellos, el ingeniero militar Miguel García de la Herrán -fallecido durante la Guerra Civil— es, además de responsable del estudio de abastecimiento de agua de la ciudad en 1913, autor del edificio de la Comandancia General, hoy día sede del conservatorio de música y de la delegación de cultura, de estilo neoárabe y uno de los más bellos de la ciudad. Una nómina de autores que modelaron con el paso de los años una ciudad elegante y atractiva que hoy sucumbe víctima del abandono, el mal gusto y la desidia.